HISTORIA

HISTORIA DE MALLORCA

En las tinieblas que se ciernen sobre el horizonte de los tiempos, abundan las historias fabulosas acerca del origen y población primera de los pueblos, debido al afán humano de buscar lo más incomprensible y eslabonar la cadena de los siglos, separando, cuando no forjándolos anillos rotos.

Así, plácele al hombre reunir bajo una oleada fácil, los elementos históricos de sus antepasados quitando en lo posible lugar a la incertidumbre. A juzgar por los vestigios de construcciones Druísdicas que posteriormente se han denominado Ciclópeas, consistentes en grandes pedruscos sobrepuestos unos a otros con desigualdad y con cierto artetudo y enérgico en forma de cono, pirámide o torre, el sello de barbarie que llevan estampado, las moles gigantescas de las más de sus piedras, la oscuridad que envuelven en su origen y aplicación, y los esfuerzos que suponen, han hecho que la antigüedad fingiese agigantada estatura en los primeros habitantes de Mallorca y con el dictado de Titanes los representara escalando en cielo y hacinando montañas.

LOS HONDEROS BALEARES

Ello es que los primitivos pobladores de la isla (de quienes nos dan noticia geógrafos e historiadores griegos y latinos) eran hombres de rudas costumbres que se cubrían con Sisirnes o pieles en invierno e iban desnudos en verano o cuando entraban en campaña. Combatían con lanza corta y broquel, pero su arma favorita, incontrastable, era la honda, echa de crin o intestinos con la que arrojaban piedras y aún balas de plomo a gran distancia y con certera puntería. Llevaban tres, una ceñida a la cabeza, otra en la cintura a manera de faja y la tercera en la mano.

No había escudo ni defensa que resistiera el golpe de la piedra lanzada por un Balear, y si hemos de creer a Floro, las madres negaban el alimento a sus hijos, si primero no lo habían acertado con la honda. No es extraño que susu pedradas fuesen tan certeras que atravesasen a veces las mismas armas de sus contrarios.

LOS PRIMEROS POBLADORES

Las Baleares han sido conocidas con diversos nombres en la historia; los fenicios las denominaron Afrodisica (de cuya etimología no se ha encontrado todavía interpretación satisfactoria) siendo conocida la mayor con el nombre de Clumba, cuyo significado también se ignora. Posteriormente los escritores griegos la denominaron Gimnesia (isla de los habitantes desnudos). El nombre de Baleares que ha prevalecido es el mismo que recibieron sus habitantes a cusa de la destreza con la que manejaban la honda; nombre derivado del griego que significa "tirar piedras o dardos". Otros dando por cierto que sus primeros habitantes procedían de algún pueblo oriental, lo traen de Baal, el Sol.

Los cartagineses extendieron su dominio por el Mediterráneo por los años 550 hasta 480 antes de la era cristiana y no sin grande resistencia por parte de lo famosos honderos, consiguieron hacerse dueños de estas islas, que corrieron la suerte de aquel gran imperio.

Juntamente con los cartagineses, pasaron los Baleares a batallar en el continente español y en Sicilia; y cuando el grande Anibal realizó su gigantesca marcha a Italia, ellos formaron la vanguardia del ejército y sus hondas no fueron las que menos contribuyeron a las victorias de Tesino, Trebia, Trasimeno y Cannas.

LA ÉPOCA MUSULMANA

Cuando el imperio Romano, cayó bajo el poder de los vándalos, Belisario las recobró para el imperio bizantino y luego siguieron las vicisitudes de la Península Ibérica. Nominalmente formaron parte de la monarquía visigoda y a finales del siglo VIII cayeron en poder de los musulmanes llegando su civilización a un alto grado de esplendor bajo la ilustrada dominación de los Almorávides.

Dependiente del Emirato y después del Califato de Córdoba, y gobernada por un walria entonces en uso, que se hicieron a la vela en la desembocadura del Arno; pero, s, torres de madera, puentes, escalas, arieteí, tomo la isla parte en casi todas las expediciones y se constituyó centro del corso y piraterías con que los mahometanos trajeron atemorizado el Mediterráneo.

Continuaban siendo los isleños piratas terribles y a tal punto llevaron sus depredaciones, que el papa Pascual II mandó predicar cruzada contra ellos a mediados de Agosto de 1113, Acudieron naves y guerreros de todas partes de Italia formando un total de trescientas naves, Gatas, dromonas o taridas, galeras, gorabos, barcas, curabios, y otras especies de buques llenos unos de soldados y otros de comestibles, caballos, torres de madera, puentes, escalas, arietes, ballestas, testúnides y demás máquinas de la tormentária entonces en uso, que se hicieron a la vela en la desembocadura del Arno; pero, debido a una desecha borrasca, cerro tan densa la noche del 30 de aquel mes que torció la armada el camino y dividida y dispersa, aportó a la costa oriental de Cataluña. Muchos ultrajes tenían que vengar los Catalanes, de parte de los moros Baleares y alzóse un clamor general de guerra a Mallorca que dio por resultado engrosas la expedición, poniéndose al frente de toda ellael prudente y valeroso Conde de Barcelona D. Ramón Berenguer III El Grande acompañado del arzobispo Pedro, de los obispos de Barcelona y de Gerona, del abad de San Rufo, del conde de Cerdaña, de Guillermo Raimundo y otros señores de su corte.

El 15 de Agosto de 1114 dieron vista a la bahía y desembarcaron el 24, fiesta de San Bartolomé marchando al otro día hacia la ciudad a la que pusieron cerco y tomaron por asalto los cuatro recintos fortificados encerrados unos en otros denominados respectivamente Arabathalgidit (ciudad nueva) por los cronistas; era el segundo la llamada ciudad vieja; detrás asomaba la Almudayna; y el cuarto contenía la Zuda o Alcazar muy bién fortificada con numerosas torres y que erainexpugnable por mar por estar asentada sobre un precipicio que la dominaba.

Largo y profiadísimo fue el asedio y gloriósisima la empresa, pero debido a la formación de este ejército (el que no tardó en echar sendas raíces las enemistades y odios de pueblos distintos) no pudieron conservar los aliadoslos que con tanto esfuerzo habían ganado y los almorávides recobraron la isla.

Entre tanto había aparecido en África la secta de los almohades que impulsada por el fanatismo, conmovía el poder de los almorávides. Seguían estos dueños de la isla a la que gobernaba Aly o Yahya apellidado el Mayorqui, cuando en Noviembre de 1203 llegó a Mallorca una escuadra al mando del emir almohade Mumenin-benYakub o Nassedino-Ala, que se apodero de la isla tras una porfiada resistencia.

Más también tocaba a su fin la dominación de los almohades, pues siguiéndolos mallorquines sus piraterías por el Mediterráneo y no estando aleccionados como sus antiguos contrarios (los almorávides) por el rigor de las huestes cristianas, atrajeron sobre la isla la tempestad que por tanto tiempo habían amenazado.

LA CONQUISTA ARAGONESA.

Reinaba en Aragón D. Jaime I cuando, para dar satisfacción a las justas quejas del comercio barcelonés, cuyas naves solían apresar los mallorquines, decidió enviar un embajador (llamado Jaques Sans, natural de Monpelier y familiar del monarca) para que obtuviese reparación de estos sucesos o amenazase con las armas al jeque o walí almohade Abu yahya-Al-makkari, jaque Abohie o Xech Abohehya.

No recogió dicho embajador mas que desaires y negativas del altivo Al-makkari siendo este el motivo principal para que reuniendo el joven D. Jaime I a los catalanes a cortes generales en Barcelona para el mes de Diciembre de 1228 quedase resuelta la guerra contra Mallorca y su conquista inmediata.

Grande alegría y alborozo causó en Cataluña esta noticia, pues desde que D. Ramón Berenguer El Grande, se aventuró el primero al mar, y llevó sus valientes a la conquista de las Baleares, la toma de estas, vino a ser la idea favorita y hereditaria de sus sucesores.

Con actividad inusitada comenzaron en Barcelona los preparativos de tan arriesgada operación requería. Aquí, estruendo de herramientas, allí se enumeraban los tripulantes, más allá batíanse y hacinabanse las armas, aculla almacenabanse los bastimentos y al son de trompetas y banderas desplegadas, abria la ciudad el alistamiento, y organizábanse las compañías de voluntarios. Entre tanto dábase a la construcción naval un impulso cual nunca había recibido y trabajando con verdadera fe y ahínco cada uno por su lado, los tres estamentos o brazos del poder real quedo reconcentrado en la costa de Cataluña el ejército que debía emprender la conquista de Mallorca.

Este ejército se componía de 15.000 hombres de a pié y 1.500 jinetes sin contar los aventureros provenzales e italianos que habían acudido al cebo de la gloria y del reparto. Contaban con una flota compuesta de 25 naves gruesas, 18 taridas o drómonas, 12 galeras, y 100 entre brises y galeones en total 155 navíos mayores o caudales según la expresión del rey en sus comentarios, amén de las barcas y demás vasos de menor porte.

Bótanse del astillero al mar las embarcaciones, que se repartan en la costa; cargan bastimentos, armas e ingenios y forman tres divisiones, que anclan en Tarragona, Cambrils y Salou. El dia 6 de Septiembre de 1229 diéronse a la vela las naves cristianas en el puerto de Salou tras haber embarcado los caballos, en las grandes naves y tridas, arribando a la pequeña ensenada de La Palomera o Pantaleu (próxima a Andraitx) el viernes 8 de Septiembre, mas como su llegada no cogió desapercibidos a los moros, que ya guarnecían aquella costa con 5.000 peones y 200 caballos, dispuestos a impedir el desembarco, reunió el Rey a consejo a los caballeros y cómitres de mayor autoridad, resolviéndose trasladar el fondeadero a otro mas apropósito de llamaron Santa Ponsa y que no muy distante de la playa se levanta un montecillo desde el que se podía proteger la arribada de toda la flota y el desembarco de los soldados.

Así verificose en la noche del dia 10, cuando estuvo reunida toda la escuadra y al amanecer del dia 11, principio del desembarco, saltando a tierra el primero Bernardo de Riudemeya o Argentona que con ambos apellidos le mentan el las historias, y clavando un pendón blanco en la punta de su lanza, a todo correr a la cumbre del collado del que hablamos, viendo que a rienda suelta asomaban los moros por la llanura, hizo señas con el pendón a los de la playa y formando estos una división como de 700 peones y 150 de a caballo capitaneados por D. Ramón de Moncada, marcharon a ocupar la cumbre, desalojando a la morisma de aquellas inmediaciones.

Entre tanto el walí o jeque almohade preparaba su gente para una batalla decisiva y formando un lúcido ejercito salió de la ciudad en la tarde del 12 de Septiembre y tomo el camino de la sierra de Porto-Pí, desenvolviendo su línea de batalla por las sierras conocidas hoy por el nombre de Bendinat y Na Burguesa.

Afortunadamente para los cristianos se enteraron enseguida del refuerzo que contra ellos iba, pues no pudiendo dar fondo en Santa Ponsa, las naves de la flota mudaron de puesto y anclando en la ensenada de la Porrasa, distinguieron claramente la calidad y número del enemigo participándoselo inmediatamente al Rey.

Al amanecer del martes 15, hállose todo el campo cristiano en movimiento, celebrándose divinos oficios y tras breve platica por el obispo de Barcelona, se organizó todo el ejercito, llevando la vanguardia los hermanos D. Ramón y D. Guillen de Moncadaque se concertaron de no parar hasta dar con los sarracenos.

Tal fe y deseos de luchar tenían, que adelantaronse más de lo que la prudencia aconseja en casos tales y furiosamente luchando, desalojaron por tres veces a la morisma de un ceroo que dominaba el campo, y otras tantas recobraron los infieles la posición. En tan terrible trance (pues no tenían señal alguna que desde Santa Ponsa les viniese socorro) ya algo desconcertada la gente, reunieron los Moncadas los buenos en quienes aún duraba valor, y picando desesperados a sus corceles, se lanzaron por cuarta vez sobre la altura tan tenazmente disputada y rompieron los batallones enemigos.. Pero su denuedo fue una ruina, porque tan adelante pasaron y tanto tropel y muchedumbre cerró con ellos, que cercados por todas partes solo pudieron pensar en vender caras sus vidas. Perecieron D. Guillen y D. Ramón de Moncada, Hugo de Mataplana, Hugo Dezfar y ocho de los más ilustres caballeros.

Ya en esto acudieron las restantes fuerzas al lugar del combate, trobase reñidísima acción que dio por resultado la retirada general de los moros y la victoria más completa de los cristianos. Continuaron los de D. Jaime I la marcha hacia la cuidad, más al hallar una fuente, que quizás sería la hoy llamada de las Ermitas, asentaron allí las tiendas, y cuenta la tradición que no pudo aquel gran monarca saciar su apetito el dia de su victoria más que con pan y ajo, lo que hizo exclamar al terminar tan parca comida Be hem dinat (Bien hemos comido) lo que dio margen a perpetuar el nombre de Bendinat con el que en la actualidad es conocido dicho término en el que existe un magnifico palacio.

Ocho días estuvieron en este campamento para dar tiempo a que llegase la escuadra, que costeando, llegó a anclar en Porto-Pí, no atreviéndose a separarse mucho del ejercito de tierra y de mar por temor a ser cogidos desprevenidos por los moros.

Procedieron entonces a estrechar el cerco; fortificaron el campo, desembarcaron el maderamen que para maquinas traían las naves, se armaron por de pronto un trabuco y un fonebol o fundibuloy con estos elementos juntamente con otros trabucosofrecidos por los cómitres de las cinco naves de Marsella, quedó sentado el campo y fueron dando batería a la ciudad dos trabucos, un fundíbulo y un manganell o turquesco por la parte de la puerta de Beb-al-Kafol hoy de Santa Margarita, más no hallaron desprevenidos a los sitiados que contestaron a los del campo con los disparos de dos trabucos y catorce algarradas.

Se asentó el campo cristiano, es decir, el estado mayor del Monarca en La Real (nombre derivado de la palabra arábiga riat que significa huerto) y junto al que pasaba, como en la actualidad la fuente de la villa que en aquel tiempo era conocida con el nombre de Any-al-amir (del príncipe) y cuyo curso desvió hacia al llamado evench d´en Gorbera el moro denominado infantilla o Fatillas que con 5.000 infantes y 100 jinetes cortaba la retirada a las fuerzas sitiadoras, hasta que, prisionero de estas, fue lanzada su cabeza a la plaza de Mallorca, en la honda de un fundíbulo.

Con objeto de activar en lo posible la toma de la ciudad, construyéndose tres manteletes o gatos, como los llamaron los antiguos, consistentes en una tabla muy recia cubierta a dos aguas o declives, y sobre ella ramas u hornija y una buena capa de tierra para que no la destrozaran los tiros de las algarradas enemigas. Se arrimaron las tres al foso lo más que se pudo y comenzaron los cavadores que de ellas se guarnecían, a abrir tres cavas o caminos subterráneos.

Una de ellas dirigida personalmente por el conde de las Ampurias en las inmediaciones de la puerta de Beb-al-Kafol logró minar los cimientos del muro mayor en una extensión de 16 brazas y derribar en la mitad de la noche del 26 de Diciembre, 14 brazas de muro con los tablados y garitas de encima. Este feliz éxito, resolvió a los moros a solicitar una redención cuyas condiciones no aceptó D. Jaime, determinados los cristianos a el día 27 a rematar la empresa, acordando el consejo general que se asaltase Mallorca.

Arriesgada en verdad era la empresa, pues a la par del valor de las tropas cristianas, creció la obstinación y firmeza de los sitiados, resultando un serie no interrumpida de trabajos y hazañas, que mantuvo durante tres días en constante alarma a los musulmanes, mientras los de D. Jaime, con ardor inusitado, dábanse a activar los aprestos.

Era el 31 el día señalado para el asalto general. Despuntaba por oriente la primera luz de tan deseado día; las trompetas tocan a armarse, se forman las compañías, tremolan los pendones y y van llenando de aceradas puntas el espacio que media entre el campo y las murallas. Junto a la brecha se halla el valiente anciano Aby-Yahya, walí de Mallorca y promovedor de la tenaz resistencia de la plaza.

Relatar la perfidísima batalla, la feroz acometida de los cristianos, la defensa homérica de los sarracenos, el heroísmo de los sitiadores cuya infantería no vacila en escalar tan angosto paso erizado de hierro, la furiosísima lucha dirigida por Abu-Yahya defendiendo a palmos el terreno, la entrada de D. Jaime en la ciudad or la vecina puerta de Beb-al-Kafol, y la reñidísima acción en la calle vecina que dicen era la de San Miguel, seria extenderse en otro apasionante relato.

El vecinadario se desconcertó de tal forma, que en numero de 30.000 fugáronse por las puertas de Barbolet y Porto Pí, y los que con el wali se sostenían, perdidas todas sus esperanzas, fueron volviendo las espaldas, y con gran vileza, buscaron donde esconderse.

Tal fue el tropel de moros que acudían a la Almudayna (que entonces era como la ciudadela de la plaza) que, no cabiendo, o porque se acercaban los cristianos, cerraron los de dentro las puertas, dejando perecer miserablemente a centenares de los que no pudieron entrar a tiempo.

Firme en su puesto el valerosísimo wali, no intento escapar ni esconderse, siendo hallado en un callejón sin salida, según Carbonell (en un corral según Desclot) rodeado solo de tres fieles pajes y aguardando con calma y resignación, que se cumpliese lo que su destino estaba escrito.

El noble D. Jaime, lo trató como cumplido caballero, le dio una buena guarda al mando de dos principales señores y por truchimán le dijo que no temiera por su vida, se volvió a la almudayna donde le abrieron las puertas y le entregaron al hijo del walí.

Tomada la ciudad, los soldados se entregaron al pillaje y saqueo, ávidos de codicia y cansados de las privaciones de un campamento, y cosa rara en semejantes lances de guerra, no sobrevino la menor alteración del orden entre los vencedores, creyéndose cada cual con lo que recogía, que era el más rico y afortunado ¡tanta era la riqueza del botín!

Veinte mil cadáveres atestiguaban la cruel lucha habida por las calles, y fue menester conceder ciertos privilegios a los cristianos, para sanear la ciudad y quemar los cadáveres de cuantos perecieron en la entrada para evitar el inminente riesgo de ser atacados por la peste, si no atendían a la limpieza y sanidad de la población.

Más por desgracia, fue tardía esa determinación y en la ciudad se declaró la peste, causando tal estrago que diezmó las compañías y llevo al sepulcro a los más intrépidos a quienes respetara la muerte en los combates.

El temor del contagio apresuró la partida de los que ya deseaban volverse a Cataluña y sin curase de las tierras adquiridas, y contentos con el botín recogido, abandonaron no pocos caballeros y villanos, a su Rey y a la isla, lo que obligó al monarca a pedir socorros de Aragón de donde llegaron a poco ciento cincuenta caballeros con sus compañías respectivas.

No andaba ocioso mientras tanto el Rey conquistador, quién al frente de la pocas fuerzas que le habían quedado, corría el interior de la isla y tras de rudos combates, rendía en las montañas y cuevas de Artá dos mil sarracenos y recogía 10.000 cabezas de ganado mayor y 30.000 de ganado menor, terminando con esto la conquista de la isla, si bien es verdad que en los montes de Massanella y Puig Major, se refugiaban diversas partidas de musulmanes que no querían acatar la soberanía del Rey de Aragón.

Finalizada la conquista, nombró el monarca lugarteniente suyo en Mallorca a D. Berenguer de santa Eugénia, y embarcando en el puerto de La Palomera se hizo a la vela para Cataluña no sin antes haber convocado a consejo general a los caballeros, barones y demás pobladores y prometerles que nunca les desampararía, antes al contrario, muy a menudo, fuera o no necesario, le verían en Mallorca, como lo ejecutó a primeros de Marzo de 1231 por haber tomado cuerpo la falsa noticia de que en Túnez se aprestaban grande armada y ejercito para echar de Mallorca a los cristianos.

Desembarcó en Soller y fue recibido or los de la ciudad con grandes demostraciones de gratitud por la presteza con que venía en su auxilio, más, para no perder el tiempo, ya que en Mallorca se hallaba, aprovechó para atacar a los moros que aun se escondían en las montañas y sus tres fuertes castillos de Pollensa, Alaró y Santueri que capitaneados por un tal Xuarp, se rindieron a D. Jaime quien ya seguro de que ninguna armada venía de África dejó el mando de la hueste al de Santa Eugenia y se fue de vuelta a Cataluña.

No todos los sarracenos se aprovecharon de la capitulación de Xuarp, pues en número de 2.000 vagaban por los riscos de las montañas defendiéndose de los ataques de los cristianos y con fiera obstinación, tras de haber sufrido los horrores del hambre y del invierno, consintieron entregarse, pero a nadie sino al mismo Rey.

Esto motivo el tercer viaje a Mallorca de El conquistador, y en el mes de Mayo de 1232 hizo su entrada en la capital por la bahía en tres galeras empavesadas y al son de las trompetas, siendo recibido en Mallorca con iguales muestras de regocijo que en su segundo viaje, obteniéndose al tercer día cumpliéndose su intento, y tras la conquista de Menorca, regresó al continente.

A finales de Julio de 1269 hizo D. Jaime el cuarto y poster viaje a Mallorca, con el objeto de recoger cuantas naves se hallasen en Baleares, y resuelto a poner en efecto la expedición a la tierra Santa, siendo recibido por los isleños con grande amor y le ofrecieron valiosos donativos pero la violencia de los elementos frustró jornada y regresó el monarca a sus dominios.

Muerto tan gran rey en 1272 le sucedió en el trono de Aragón y Valencia su hijo mayor D. Pedro III El Grande recibiendo en herencia las Baleares, la baronía de Montpelier y Vallespir y los condados de le Rosellón, Cerdaña y Colliure su hijo menor D. Jaime.

Triste es verdad esta página de la historia, pues el conquistador sobreponiendo sus sentimientos de padre a los deberes de Rey en esta disposición testamentaria, dio lugar a que recrudeciesen las antiguas disensiones de familia entre los dos hermanos y que D. Jaime I de Mallorca ( otros le enumeras II considerando como I al conquistador Jaime I de Aragón) conociendo la suerte que necesariamente le cabría, teniendo tan repartidos sus pequeños estados, hubo de venir en tratar de composición, que fue reconocerse así y a sus sucesores, feudatarios de la corona Aragonesa.

Por aquel acto quedaban obligados los reyes de Mallorca a prestar homenaje a los de Aragón asistir cada año a las cortes de Cataluña a entregarles, cuando lo exigiesen, las principales plazas de las islas.

El Rey D. Pedro, por las armas y con gran gloria, se hizo dueño de Sicilia, lo que le valió que Roma, con sus censuras, lo desterrara de la comunión de los fieles y diera la investidura de sus estados a un hijo del Rey de Francia, lo que dio margen al monarca francés para levantar un formidable ejercito dispuesto a entrar en Cataluña.

El rey de Mallorca viose en un trance harto común en príncipes de flaco poderío, pues hállose obligado como feudatario al de Aragón a no contraer alianza con los enemigos del mismo pero entibiado el amor fraternal por la codicia del imperio y por la memoria de las ofensas recibidas y el resentimiento reprimido por tanto tiempo, no es de extrañar que se concertase con la iglesia y con la Francia considerando que toda resistencia en el Rosellón hubiera sido vana.

No estuvo tan oculto este concierto que no trasluciese algo su hermano el Rey de Aragón D. Pedro el grande quien invadió con numerosa hueste, los estados del Rosellón y Cerdaña, murió el 10 de Noviembre de 1285 a la edad de 46 años y dejando fama de Rey más grande y caballero de aquel tiempo.

Con su muerte le sucedió en el trono de Aragón, su primogénito D. Alfonso III el liberal quien nacido entre las discordias de familia, envió a Mallorca una fuerte flota que dirigió personalmente contra su tío D. Jaime I de Mallorca desembarcando en la Porrasa y acampando no lejos de los muros de la ciudad, pero debido al común origen y parentesco que unían los de la hueste al os pobladores movieron estos, tratos de entregarse.

La ciudad se rindió sin gran resistencia el 19 de Diciembre de aquel año y D. Alfonso III el liberal se titulo públicamente Rey de las Baleares, jurando a los mallorquines la conservación de sus fueros y franquicias.

Su hermano y sucesor en el trono de Aragón D. Jaime II el justo, confirmo el 8 de Agosto del 1291, en el altar de la Seu las franquicias del reino, pero dispuesto a congraciarse con la iglesia, se comprometió por la paz de Agnani (que con el Papa y los angevinos celebrara) a devolver a su tio Jaime II de Mallorca, las Baleares y demás estados que en el conteniente poseía.

Por fin, tras tantos años de ausencia, pudo D. Jaime volver a las Baleares a principios de Enero de 1299 y darse por entero a su buena administración y aumento, animando la decaída agricultura; fundando villas; edificando el castillo de Bellver, trocando el sombrío alcázar moro en la Almudayna en suntuoso palacio, dando impulso a la navegación y al trafico, protegiendo el saber, permitiendo que el bienaventurado Raimundo Lulio (Ramón LLull) fundase un colegio en Miramar para la enseñanza de las lenguas orientales, en una palabra, como dice el gran Jovellanos en uno de los apéndices a las memorias sobre Mallorca"...tendió la vista por su nuevo dominio, halló que casi todo estaba por hacer en el, y que si su padre le había conquistado con las armas, a el le quedaba el cuidado de fundarle con su prudencia".

Tiernamente llorado por los mallorquines y acreedor a sus beneficios, bajo al sepulcro en 1311 a la edad de 71 años dejando cuatro hijos, D.Jaime, D. Sancho, D. Felipe, D. Fernando y dos hijas Dª. Isabel y Dª. Sancha.

Le sucedió en el trono de Mallorca su segundo hijo D. Sancho quien rindió homenaje al de Aragón según lo estipulado y sintiéndose debilitado y enfermizo por la violencia del asma que padecía, falleció en Cerdeña el 4 de Septiembre de 1324 sin que su esposa Dª. María de Nápoles, le diera ningún hijo.

Pasó pues la corona, a manos e su cuarto hermano D. Fernando quien se mostraba digno de la corona y dio pruebas de que la sangre generosa de su abuelo el conquistador, corría por sus venas pues al frente de los valerosos almogávares, combatió en Oriente contra turcos y griegos y allí murió dejando un hijo, Jaime, de menor edad, que obtuvo la corona bajo la tutela de su tío Felipe, el canónigo de Elna. Jaime II fue el ultimo rey de Baleares.

Muerto el rey de Aragón Jaime II el justo, le sucedió en el trono su hijo Pedro IV el ceremonioso, quien halló pretexto para enviar tropas y una escuadra a Baleares, apoderándose de las citadas islas que volvieron a incorporarse al a monarquía aragonesa.

El desgraciado Jaime III de Mallorca, intento recuperar su reino por cuantos medios encontró a su alcance, apelo por fin a la guerra y habiendo desembarcado en Mallorca por la marina de Campos, fue derrotado y muerto en los llanos de Lluchmajor en 1349. Su hijo llamado también Jaime pretendió recobrar el reino que por derecho de herencia le correspondía, pero falleció en Soria en 1375 y con su muerte acababa la línea masculina de los reyes de Mallorca, quedando de derecho unido este al reino de Aragón, pues en las cortes de Lérida en 1325 se había dispuesto que las Baleares se incorporasen a la monarquia Aragonesa, al quedar extinguida la sucesión masculina de D. Jaime I de Mallorca.

Siguió pues la isla, las vicisitudes de la península Ibérica y durante el reinado de Juan II secundo la isla el movimiento revolucionario de Cataluña, se sublevaron los forenses contra los señores Mallorca se puso en formidable pie de guerra, en cada plaza alzose un patíbulo y en cada encrucijada, truncadas cabezas y miembros palpitantes, atestiguaban lo encarnizado de la guerra civil y sus cruentas venganzas.

No andaban ociosos mientras tanto sus hermanos del interior, especialmente los de Inca, Manacor, Pollensa, Santa Eugenia y en particular los de Alcudia, que fortificados y abastecidos resistieron el sitio de la plaza hasta que capitulando al fin, fueron terriblemente castigados después de su vencimiento.

A la muerte de Juan II (1479) se unifico la nación española bajo el reinado de lo Reyes Católicos, renaciendo la tranquilidad y calma en toda ella, El reino de Mallorca se convirtió paulatinamente en provincia, la universidad en municipio y cual deseando que todo cambiara, hasta la ciudad de Mallorca, empezó a usar el arqueológico nombre de Palma, pudiendo decirse que al terminar su vida publica, acabo con ella su historia y la de la isla.

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